El otro día en La Vanguardia un reportaje titulado, con mucho acierto, Socorristas a la carta, mostraba en el apartado de entrevistas como las religiones siempre tienen muchos puntos en común en cuanto llegamos a las mujeres y a las criaturas.
Así se pudo leer como a un hombre procedente de Bangladesh le parece mal que los niños vean tanta gente mayor desnuda porque en nuestras playas hay muchas mujeres bronceandose con los pechos a la vista de todos.
¿A qué les suena eso? Sí, exactamente, a la misma roñosa cicatería que en nuestro país se escuchaba en playas y piscinas cuando las huestes del nacionalcatolicismo creian que podían decidir qué tenía que pensar y hacer la gente. Los niños, que no las niñas quedénse con el detalle que se repite siempre, son la excusa para que la gente adulta, de cualquier religión, critique la conducta de las mujeres que no se atiene a la represión sexista que el machismo imperante en cualquier religión les quiere imponer.
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